¿DÓNDE ESTÁ LA AUTÉNTICA CULTURA
DE MUERTE?
Recientemente se ha desempolvado la antigua acusación de
oscurantismo dirigida al Cristianismo. Dicen que los subtítulos manifiestan la
verdadera intención de una obra, y el subtítulo de la película Ágora es: "Cuando el mundo cambió
para siempre"… ¿Qué cambió, según Amenábar, el asesinato en Alejandría de la filósofa Hipatia el
año 415? La época de la luz fue sustituida por la de las tinieblas, la de la
filosofía pagana por el Cristianismo. Es la tesis de Voltaire, la del
iluminismo ilustrado: “Desde la muerte de Hipatia hasta la Ilustración, Europa
está sumida en la oscuridad…”.
En nuestros días, por otra parte, hay millones de asesinatos
bajo la denominación eufemística de “interrupción voluntaria del embarazo”.
Estos abortos son provocados al amparo de la ley, de las instituciones
hospitalarias, de los institutos de bioética… Y no se trata de un crimen
aislado cometido por una turba incontrolada, como sucediera con Hipatia, sino
un incontrolable crimen cometido por una turba institucionalizada. Podemos
preguntarnos, entonces, ¿dónde está la verdadera cultura de muerte?
Hipatia fue una filósofa y matemática neoplatónica. Mucho
hay que valorar en aquella escuela de pensamiento nacida en Alejandría y que
alimentó la reflexión teológica cristiana de Clemente, Orígenes, Ambrosio, Agustín
de Hipona, Dionisio y un largo etcétera. Pero en aquel neoplatonismo seguía
viéndose la materia como principio del mal. Y ésta es la piedra angular de toda
cultura de muerte. Partiendo de ahí, los maniqueos sacaban por aquel entonces esta
consecuencia: si la vida corpórea es mala, hay que despreciar la generación
humana, que debe ser evitada en la unión sexual. Quizá sea esto lo que gusta
hoy del paganismo.
Pero no es lo que le gusta al Cristianismo, para el que la
materia es un bien creado por Dios. Por eso el matrimonio, que se define por su
apertura a la vida, se convirtió en sacramento. Por otra parte, la constante
actitud del Cristianismo hacia la filosofía pagana bastaría para refutar la acusación
iluminista: Clemente de Alejandría, por ejemplo, decía que el Logos divino se
había manifestado también a los griegos por medio de la filosofía; y Eudocia,
filósofa convertida a la fe cristiana en tiempos de Hipatia, promovió en
Constantinopla una academia imperial nutrida del saber clásico, germen de las
universidades medievales nacidas ex corde
Ecclesiae.
La tesis volteriana se apoyaba en la presunta implicación de
San Cirilo, patriarca de Alejandría, en el asesinato de Hipatia. Si bien la
acusación carece de fundamento histórico –fue esgrimida un siglo más tarde por
Damascio, un despechado filósofo neoplatónico-, nos permite recordar la
aportación fundamental del santo doctor de la Iglesia : la defensa frente
a Nestorio de la maternidad divina de María. ¡El mismo Verbo de Dios se hizo
carne y habitó entre nosotros! Y por ello María es, verdaderamente, Madre de
Dios. Esto no podía aceptarlo el nestorianismo, en donde lo humano quedaba
inasumible para lo divino.
Pero lo más inasumible de Nestorio era, para Cirilo, su
ambigüedad. Cuántos nos recuerdan hoy a Nestorio, y qué pocos a Cirilo. Cineastas
abanderando la luz de la razón desde la manipulación de la verdad. Políticos
incapaces de eliminar leyes abortistas manifestándose en contra del aborto.
Institutos Borja de Bioética presentándose como fieles servidores de la vida en
documentos que justifican lo injustificable: el abominable crimen del aborto.
"El dragón que ha aparecido recientemente es el hombre
ambiguo", decía el obispo San Cirilo. Que vuelva a oírse su voz
denunciando la auténtica cultura de muerte. Que vuelva a oírse su voz
anunciando la verdadera cultura de vida, aquella que se da donde la misma Vida se hace
cultura, al hacerse carne en una mujer. ¡El sí de María, cuando el mundo cambió
para siempre!
Enrique Martínez