La Inquisición



Su función era la de juzgar delitos contra la fe, y su objetivo fundamental fue luchar contra las herejías, siendo delitos comparables con los que atentaban con la vida del rey por lo que eran castigados por el Emperador con la muerte en la hoguera.

En España la Inquisición tuvo una actuación moderada que posteriormente  tomó mayor protagonismo con la llegada de los Reyes Católicos, al considerar la unidad religiosa como un factor clave para la unidad territorial. Esto, unido a la intención de evitar matanzas populares, provocó la expulsión de los judíos y moriscos de la Península Ibérica.

Los delitos que juzgaba la Inquisición eran los relacionados con falsos conversos del judaísmo, mahometismo y luteranismo, la blasfemia, la brujería y la bigamia. El castigo físico a los herejes fue asignado a los laicos. En ningún caso se podía mutilar al reo ni poner en peligro su vida. Aunque hubo personas dentro de la Iglesia que se dejaron llevar por el exceso de celo y cometieron abusos.
Hasta aquí la historia, ahora la “leyenda negra” que hablará de millones de personas torturadas y quemadas por la Inquisición, y para más señas, la “Inquisición Católica”. Pero veamos algunos datos que pueden interesarnos.

En primer lugar no se hace referencia a que los procedimientos utilizados por la Inquisición eran los mismos que utilizaban los tribunales civiles. Y, por supuesto, no se dice nada de que la tortura y la muerte eran prácticas habituales en aquellos tiempos; es decir, la Iglesia no aportó, negativamente, nada nuevo a lo que ya existía. Po el contrario, sí aportó muchas cosas positivas de las que nadie habla y vamos a sacar aquí a la luz.

La Inquisición no admitía todos os tormentos que eran usuales en la época. La tortura solo se podía aplicar una vez y en presencia de un notario, un juez y un médico que podían suspenderlo si el reo recibía daños en la salud. Prohibieron las mutilaciones, los quebramientos de huesos, el derramamiento de sangre y las lesiones irreparables, algo que no ocurría en la justicia civil; pero además no podían encarcelar a nadie sin pruebas evidentes, se necesitaban por lo menos siete testigos juramentados ante notario y no se admitían denuncias anónimas. El reo tenía derecho a presentar cuantos testigos quisiese, y si se arrepentía, se le perdonaba la vida.

Muchos investigados preferían ir a los tribunales de la Iglesia que a los civiles, dándose casos de personas que blasfemaban para ser juzgados en la Inquisición donde eran mejor tratados. La pena de muerte en la hoguera se aplicaba solo a herejes no arrepentidos, el restos de los delitos se pagaban con excomunión, confiscación de bienes, multas, cárcel, oraciones y limosnas penitenciales. De los juzgados por el Santo Oficios solo el 12% fue condenado a muerte y el tormento únicamente se utilizó en el 1% o 2% de los casos. Según los especialistas las personas ajusticiadas por motivos religiosos no llegaron a 5.000 en tres siglos y medio.

Poco o nada se dice también sobre las Inquisiciones musulmanas o protestantes, que aplicarían la tortura o la pena de muerte a todo el que representaba un peligro para su religión y estado. Legendariamente en la persecución de brujas se coloca a la Iglesia como la más sanguinaria y persistente, pero no es así. A la Inquisición le corresponde el 20% de los juicios conocidos a brujas, el resto fueron obra de tribunales civiles. Los especialistas citan la cifra de 30.000 brujas quemadas en cuatro siglos, pero el 90% fueron víctimas de la Inquisición Protestante. Evidentemente la Historia y la “leyenda negra” no coinciden.
Para concluir podemos decir que lo que hoy nos parece un horror hace siglos eran prácticas comunes. Igual que ahora la democracia y la tolerancia son valores ampliamente compartidos, para los siglos XIII al XVIII la religión, el honor de Dios y la defensa de la fe eran considerados bienes comunes. No pretendo justificar a la Iglesia, sino acabar con todo lo que no se corresponde con la realidad.

Fuente bibliográfica: “Católicos sin complejos”