Las tres escaleras del Capitolio (1)


En Roma, también llamada “la ciudad de las siete colinas”, hay una de ellas que ha sido testigo directo de muchos siglos de civilización y que está coronada por una de las plazas más perfectas realizadas en la historia de la arquitectura: la plaza del Capitolio, realizada por uno de los artistas más grandes de todos los tiempos; arquitecto, escultor y pintor: Miguel Ángel Buonarrotti. Allí está situado el ayuntamiento de Roma: il Comune. A pocos metros de distancia –en un nivel un poco superior– se encuentra también la iglesia de Santa María in ara coeli. Tanto a la plaza como a la iglesia se accede por medio de sendas y majestuosas escalinatas que han servido de inspiración a algunos ilustres autores para ver en ellas reflejado el mejor símbolo de esas dos realidades que han venido a llamarse “matrimonio civil” y “matrimonio canónico”.
Desde el punto de vista jurídico, los ritos en uno y en otro son muy parecidos. Lo único que cambia es que en el matrimonio civil, el consentimiento es pronunciado en presencia y a petición de un funcionario público, que declarará casados a los esposos, ante la presencia de un número discrecional de testigos. En el matrimonio canónico, en cambio, el consentimiento es manifestado ante un sacerdote y dos testigos comunes. En un caso, el funcionario leerá los artículos del Código civil donde se pasa lista a los derechos y deberes fundamentales de la vida conyugal. En el otro, en cambio, será el sacerdote que procurará iluminar la inteligencia y mover los corazones de los esposos, mediante una homilía, para que éstos puedan comprender en profundidad la significación teológica y espiritual de lo que están celebrando.
Pero en el Capitolio hay una tercera escalinata de menores proporciones y cuyo acceso permanece actualmente cerrado. Se ve enseguida que en algún momento no muy lejano de la historia dicha escalera ha gozado de un cierto esplendor. En la actualidad, en cambio produce un poco de tristeza debido al estado de abandono en que se encuentra. La pérgola que recubre todo el recorrido de la escalinata y que en otros tiempos habría estado adornada de rosas, hoy ha quedado reducida a una estructura metálica enmohecida y oxidada. Los guías turísticos –apelando a la imaginación y fantasía de los visitantes– suelen explicar que esa es la escalera de los enamorados. Para otros, dicha escalera constituye el símbolo de las uniones de hecho. Una característica fundamental de estas uniones es que son “no festivas” o asociales.
La diferencia entre esta escalera y las otras dos es que, en ésta, sobran los acompañantes, los fotógrafos, los aplausos, los testigos, los rituales y las rociadas de arroz. Es una escalinata que solo pueden recorrer los propios enamorados porque toda ella está como dirigida a crear el entorno romántico que el amor afectivo y sentimental necesita. Cualquier presencia de un tercero sería interpretada como una intromisión insoportable.

[1] Recomendamos vivamente la lectura íntegra del libro de Joan Carreras, Las bodas: sexo, fiesta y derecho (Rialp, 1998), de donde está tomada esta sugerente idea para explicar la distinción entre matrimonio canónico, matrimonio civil y uniones de hecho, en relación a la esencia del matrimonio mismo