Creo necesario hacer una breve reflexión sobre cuál es el origen u orígenes del odio y, por consiguiente, de los ataques a la Iglesia. Es inevitable mencionar al principal enemigo de Dios y, por tanto, de su Iglesia me refiero, claro está, al demonio. Ya en el libro del Génesis nos lo encontramos intentando enfrentar a las personas con su Creador utilizando todo tipo de argumentos y artimañas. El príncipe de la mentira continuará con esta labor a lo largo de toda la Historia, cambiando de contexto, herramientas y falsedades, pero con el mismo objetivo Él siempre estará detrás de los ataques a la Iglesia, vengan éstos de donde vengan, aunque a veces tan sutilmente que será prácticamente inapreciable para nuestro limitado entendimiento. No obstante, lo; ataques llevados a cabo abiertamente contra la Iglesia los podemos encontrar ya desde los tiempos de su fundador, y las razones que lo originaron siguen siendo las mismas o muy parecidas.
A Jesús se le persiguió y condenó por decir únicamente la verdad que era el Hijo de Dios y el Rey de los judíos. Se le odiaba por poner el amor por encima de las leyes, de lo políticamente correcto, de la mera apariencia. Y a los ojos de muchas personas acabó sus días como un pobre fracasado; sólo los que creían en Él supieron la única y auténtica verdad. Sus primeros seguidores no corrieron mejor suerte. Los apóstoles acabaron sus días en el martirio, al igual que incontables cristianos que fueron perseguidos, en ocasiones torturados y finalmente ejecutados por no querer negar a Jesucristo.
Los que sufrieron persecución siempre fueron los mismos, los cristianos; pero los perseguidores han ido cambiando a lo largo de la Historia. Los primeros en perseguirlos fueron algunos grupos judíos, entre los que se encontraba Pablo de Tarso; posteriormente, la persecución se agravó aún más, bajo el Imperio Romano y a continuación por los llamados pueblos bárbaros, algunos de los cuales habían abrazado las herejías contrarias a las verdades proclamadas por la Iglesia. Cruenta fue también la persecución sufrida bajo la dominación islámica, aunque muchos medios de comunicación actuales se hayan esforzado en mostrarnos solo un único lado de la misma moneda, en la que los únicos perseguidos son los musulmanes. Y no podemos olvidar los ataques sufridos por los católicos a manos de algunos de los llamados, con todo respeto y cariño, "hermanos separados", al referirnos a protestantes, calvinistas, anglicanos, etc.
Pero si hay un momento en la Historia, clave para los enemigos de la Iglesia, éste es el de la Revolución Francesa. Nos situamos en el siglo XVIII, en el que predomina un movimiento filosófico y literario denominado "Ilustración", cuya característica principal era la extrema confianza en la razón natural para resolver, sin ayuda de Dios, todos los problemas de la vida humana. El hombre ilustrado, deslumbrado por los avances de la ciencia, pensó que no había otra realidad que la material; y dejándose impregnar por el materialismo, decidió que debía acabar con la religión, considerándola causante de todos los males de la Humanidad. Uno de los máximos representantes de esta nueva mentalidad fue Voltaire, en cuyos escritos podemos encontrar feroces ataques a la Iglesia y ridiculizaciones de los aspectos sagrados de nuestra religión, denominándola "la infame".
En 1789 estalló la Revolución Francesa, donde la persecución desencadenada contra la religión ha sido la más cruel hasta ahora conocida desde el Imperio Romano. Entre los abanderados de esta persecución, cuya intención última era el exterminio de todo lo cristiano y su sustitución por la diosa Razón, estaban los llamados "sans culottes", los jacobinos, responsables directos de los asesinatos masivos de católicos, de las numerosas destrucciones de iglesias y todo tipo de objetos religiosos. "Libertad, Igualdad, Fraternidad" fue el lema de esta revolución que terminó en dictadura y fue el origen de los totalitarismos que iban a asolar el mundo en el siglo XX. Debo señalar que algunos historiadores acreditados han visto la mano de la Masonería detrás de la Ilustración y de la Revolución Francesa.
Sería bueno darnos cuenta de que el pecado de la soberbia, el querer ser como Dios o el deseo de suplantarle, ya estaba presente en el principio de la Humanidad (Génesis) y se repite a lo largo de toda la Historia. Posiblemente, ésta sea la verdadera razón de los ataques a Dios y a la Iglesia.
A pesar del fracaso que supuso la Revolución Francesa, algunas de sus ideas más características perduraron a lo largo de los siglos siguientes e influyeron en los contextos más diversos, desde los movimientos independentistas del continente americano hasta algunos de los filósofos más leídos e influyentes en el pensamiento moderno. Entre dichos pensadores nombraremos sólo a los que se han caracterizado por su especial aversión a la religión:
- Feuerbach (1872) pensaba que la conciencia humana es auto-conciencia y Dios no es más que la proyección de la especie humana, es decir, Dios no existe.
- Marx (1883) estaba convencido de que Dios no era más que una invención de las clases poderosas para dominar a los débiles. Dios es una alienación que hay que eliminar; de ahí su famosa frase: "Dios es e1 opio del pueblo". La filosofía marxista inspiró las revoluciones comunistas que, comenzando por Rusia, han producido regímenes de terror en diversas partes el mundo, en algunas de las cuales todavía hoy en día continúan con sus atrocidades.
- Nietzsche (1900), al contrario que Marx, pensaba que Dios era la invención de los débiles para evitar ser dominados y destruidos por los poderosos. Según este autor, Dios es el problema que debemos eliminar para que surja el Super-Hombre, cuya realidad central es la ambición del poder. Su expresión más conocida es "Dios ha muerto, viva el Super-Hombre". Desgraciadamente, este pensador, que acabó sus días en un psiquiátrico, es uno de los filósofos más influyentes en mentalidad actual.
- Freud (1939) también pensaba en Dios como una proyección de debilidad humana que busca la figura del Padre protector y amenazante. Se consideraba agnóstico y rechazaba todo lo que no se pudiera comprobar en un laboratorio. Sus ideas han tenido gran influencia en las ciencias sociales del siglo XX.
Actualmente, todas estas ideas, de una u otra forma, se encuentran en la base de los ataques a la religión y en concreto a la Iglesia Católica, pero hay otra fuente que no debemos olvidar y que también está muy presente en el problema que estamos tratando: me refiero a la amalgama de ciencias misteriosas, tan de moda en la actualidad, y que podrían remontarse a los primero siglos del Cristianismo.
No sería el momento de profundizar más en estos temas, pero sí de señalar que la Masonería, principal heredera de la Gnosis, ha sido una de las organizaciones o sectas que más encarnizadamente ha atacado a la Iglesia Católica a lo largo de la Historia y también en nuestros días, ya que una de sus adeptas, Helena P. Blavatsky, fue la fundadora de la Sociedad Teosófica, de la cual han surgido gran cantidad de sectas cuyo denominador común es el odio a la Iglesia Católica. Además, todas estas ideas y creencias están siendo puestas de moda hoy a través de movimientos y sectas más recientes como, por ejemplo la New Age.
Desgraciadamente, la lista de los enemigos de la Iglesia Católica no se acaba aquí. Muchos otros se han apuntado al carro de los ataques, como por ejemplo sectas procedentes del protestantismo anticatólico fundamentalista (Testigos de Jehová, Mormones, etc.), ramas radicales de otras religiones, con diversas industrias a las que no les interesan las creencias católicas, (con respecto al aborto, la pornografía, la armamentística, la manipulación genética, la anticoncepción, etc.)
Por lo tanto, queridos hermanos, no debemos extrañarnos de que la Iglesia sea el objetivo de tantos y tan diversos ataques, pero sí debemos prepararnos para repelerlos de la mejor manera posible, eso sí, sin olvidar que nuestros perseguidores y agresores no son sino nuestros propios hermanos, que como decía nuestro Señor Jesucristo: "... No saben lo que hacen".
Fuente bibliográfica: Católicos sin complejos